domingo, 14 de abril de 2013

Carta para el amor de mi vida



Un día de abril del 2013

Querida amor…

No sé si sea correcto llamarte así, no sé si deba decirte “amor” o “amor de mi vida” o “mi niña” o todas esas frases que hay para designar cuando se quiere a alguien. Llevo días, más bien semanas y quizá meses queriéndote escribir esto. Tengo veintitantos años y probablemente lleve mis últimos cinco años esperando a que llegues. Alguna candidata a tu puesto se ha acercado pero ninguna aceptó el puesto al final del día, al parecer me falta algo, no lo sé, quizá tu lo sepas y aun así sabiéndolo lo ignorarás y desearás ser feliz conmigo así como yo desearé ser feliz contigo.

No sé cuanto ni cómo ni por qué será nuestro amor, quizá sea eterno como lo he soñado, quizá un par de años y de ahí nos volvamos inolvidables en la vida del otro. Estoy lleno de defectos tanto físicos como mentales. Nadie busca un hombre como yo o quizá sí, pero prefiero ignorar a esa persona que me busca porque sé que me desconoce.

Querida amor, me rehúso a conocerte en un bar o un antro, me rehúso a creer que el amor de mi vida se encuentra en un bar bebiendo cerveza o tequila. Yo no espero encontrarte en un bar, muero de ganas que sea un encuentro casual. Sería maravilloso conocerte en una biblioteca o en un café, mientras lees un libro y que de la nada me arme de valor para acercarme a preguntarte “¿qué libro lees?”, y confieso que sé que eso molestaría a cualquiera (por lo menos a mi me molesta), pero tu sabrías que hay algo diferente y que vale la pena hacer un lado tu interesante libro por iniciar una conversación conmigo. Crear ese juego de palabras dónde me platicas lo que lees y yo quedaré sorprendido, te contaré un poco de lo que leo y luego intercambiar nombres, invitarte un café u otro si es que ya tienes, y tú aceptarías gustosa, porque sabes que soy diferente al resto, no sabes por qué pero lo sabes.

Sería igual o hasta más maravilloso conocerte mientras voy en el transporte público, y que suceda un frenón o algo, una señal, un milagro, un algo. Y de ahí sin saber cómo, iniciar una conversación del clima, lo salvaje que maneja el transportista. Eso sería bueno, me haría feliz. Y tú lo sabrías, mi conversación no te resultaría aburrida, te haría reír, sonreirías cuando te hable de lo que es la ingeniería o de que escribo poesía y tengo un blog. ¿Me explico? Sería agradable, quizá ese día traiga dulces y te invite uno, al final intercambiar nombres y buscarnos en facebook o que se yo.

Otra oportunidad de conocernos sería en alguna fila larga como la de la línea, de esas veces en las que yo traigo puesto mis audífonos y tú me interrumpas para preguntarte algo, no sabría de ahí que sigue, me quitaría los audífonos y continuaría con la pregunta, ya sabes, esa clase de preguntas cómo “¿para dónde vas?” y así, o comentarios como “el otro día no hice tanto tiempo”, y normalmente yo siempre llevo un libro y quizá me preguntarías por él o viceversa.

¿Cómo serás?

Quizá ya te conozco y el tiempo aun no es el adecuado. Me pregunto si tu físico, será como me mata, yo pienso que lo es y de algún modo mi físico te convencerá completamente. Sé que podrás ignorar mi ojo desviado, mi curioso modo de correr, mis articulaciones, mis dedos chuecos, nariz gigante y otros detalles.

Te cuento que mi vida está bien, no hay prisa porque llegues e incluso he llegado a desear que no llegues, así de bien va mi vida, entre otras cosas. Quizá no tengo lo necesario para mantener esta relación y por eso aun no te conozco o aun no te me revelas pero hay algo que quiero que sepas, cuando llegues, no sé cómo ni sé por qué, te amaré, te amaré aunque no sepa lo que es amar. Sé que contigo aprenderé y seré feliz completa y totalmente. Espero yo hacerte feliz de igual manera y que tú seas capaz de amarte con tanta intensidad como lo haré yo contigo.

Te quiere
M. Gray

No hay comentarios:

Publicar un comentario