Un día de marzo del 2013
Querida algo.
Lo siento, me tengo que saltar el
saludo cordial porque soy un descortés y enojón, no es mi intención o quizá sí
pero da igual.
Prefiero asumir que está bien,
que tu vida es una maravilla, que estás muy feliz con fulanito o fulanita y así
no me dolerá el arremeter en tu contra con alguno de mis reproches que prometí
nunca hacerte, justo como tu prometiste venir a buscarme si me perdía (sí, eso
es un reproche). Quizá porque resulta más fácil creer que estás bien aunque no
lo estés, quizá te está llevando la que te trajo por algún problema en la
escuela o con tus papás, ya sabes, lo básico, relájate, estarás bien como
siempre consigues estarlo aunque tú digas que no y que siempre algo te jode.
No sé por dónde comenzar, quizá
por lo más importante.
Me caga tu presencia… ok, quizá
es algo rudo y exagerado, no me caga, solamente tienes esa facilidad de
aplastar mi ser a un nivel muy fuerte, es como si viviera a cien y cuando
apareces me reduzco a un diez. Me siento horrible conmigo mismo por todo eso
que no sé explicar y todas esas preguntas que nunca vas a responder y
probablemente nunca oirás.
Tengo que quejarme del hecho que
me hace enojar demasiado todo ese comportamiento que tuve contigo y que en
algún punto me hiciste sentir que era único y especial y no lo fue.
¿Qué acaso los hombres actuamos
en ciclo?
Decimos “¿sabes que sería muy
chingón? Hacer este detalle, si, a huevo, seré el primero y ella me recordará
siempre” y uno vive creyendo que fue el primero y es una vil mentira. Resulta que
el wey antes que yo y probablemente el wey antes que ese wey haya hecho el
mismo detalle salvo con alguna diferencia y se haya ido creyendo que hizo lo
más chingón del mundo y en realidad no lo fue. Esa pinche diferencia de
perspectiva en la cual algo para mi representó un diez (en una escala del 0 al
10) y para ti no fue más que un simple dos o quizá si tuve mucha suerte llegué
a un tres.
No tienes idea de lo feo que eso
se siente.
También esa facilidad con la que me
vuelvo invisible frente a tu presencia, no existo aunque me notes, aunque pase
a un lado de ti y tu rostro sólo me muestre tus dientes a manera de sonrisa
fingida. Se siente como una risa de victoria y venganza, y quizá no lo haces
con esa intención, quizá es el único ademan que te da tu cuerpo para expresarte
en esos momentos.
¿Cómo debo de sentirme?
Si yo no sé, esperar que tú sepas
es mucho.
El tiempo de reflexión es largo y
el tiempo de tu ausencia es más, te apareces y me chingas la existencia y
cuando no apareces me chingas aun más.
¿Quién me entiende? ¿Quién puede
entenderme?
Tú no lo harás y probablemente
nadie lo haga.
Espero que estés bien, cuídate
mucho e intenta ser feliz. Eventualmente estaré bien y quizá así deje de
quemarte en cartas ficticias.
Con cariño
M. Gray
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